CONSTRUCCIÓN
El templo fue construido entre 1918 y 1922 siguiendo dos proyectos diferentes. El primero de ellos de 1911 corresponde al arquitecto catalán Juan Rubió Bellver, influencia que se plasma en el modernismogaudiano (era discípulo del célebre arquitecto) y diseñado para los Jesuitas. Miguel García de la Cruz siguió con el proyecto influenciado por el revival gótico. Destaca la figura del Sagrado Corazón en el campanario, obra de Serafín Basterra, y que se divisa desde diferentes puntos de la ciudad. Situada frente al Real Instituto de Jovellanos, además de sus dimensiones destacan sus impresionantes pinturas interiores realizadas por los hermanos Guillermo y Enrique Immenkamp y sus arcos fajones parabólicos, solución adoptada debido a la estrechez de la parcela.
CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA
El mismo Cesáreo Ibero que aceptó la donación del terreno fue, por parte de la Compañía de Jesús, el que llevó el peso de la obra, cuidándose bien de obtener todas las licencias eclesiásticas y civiles en Gijón, Oviedo y Roma.
Los jesuitas no esperaron a terminar todos los pleitos para iniciar la construcción. El 23 de octubre de 1912 dos concejales presentaron una queja oficial porque se habían iniciado las obras de iglesia y residencia sin haber abonado los derechos correspondientes. El Celador de Policía urbana, el 4 de noviembre de 1913, denuncia que los jesuitas están levantando los muros de fachada.
A finales de 1912 se derribó el chalet en cuyo terreno había de construirse la residencia, inaugurada el 10 de diciembre de 1915.
La construcción sufrió problemas en forma de maledicencias, envidias, huelgas, los obstáculos administrativos ya mencionados y hasta algún pleito por vía canónica. No solo se opusieron «las fuerzas del progreso» sino numerosos sacerdotes. La misma denominación popular del templo como «La Iglesiona» es atribuida por unos al gusto de los gijoneses por los superlativos mientras que otros consideran que en su origen era despectivo.
Contra la construcción de la actual basílica se argumentaron toda clase de cosas: las Decretales del Papa Gregorio IX; la rasante de la calle; el peligro de que el tranvía, que discurría por la calle Jovellanos ante la puerta del templo, atropellase a muchos de entre la multitud atolondrada que saldría de la iglesia; el hundimiento de una estructura tan atrevida y apretada contra las aceras por la estrechez del solar. También hubo algún intento de instar a la demolición de lo ya construido.
EL PLEITO ENTRE SAN PEDRO Y LA IGLESIA DEL SAGRADO CORAZON
Hubo un pleito eclesiástico que fue llevado a la Santa Sede, pero el Papaordenó que se tramitara por los cauces ordinarios, que en aquellos momentos eran la Archidiócesis de Santiago de Compostela y el tribunal de la Rota; en ambas instancias fallaron a favor de los jesuitas.
El que llevó adelante el pleito fue Ramón Piquero, párroco de S. Pedro, al parecer con más insistencia que argumentos sólidos pues en la última sentencia del caso se dice: «no es posible disculpar su notoria temeridad». Recurrió la decisión del Obispo de Oviedo de conceder autorización a los jesuitas para edificar el templo y el obispado desestimó el recurso el 17 de febrero de 1913. Apeló al tribunal metropolitano del Arzobispado de Santiago de Compostela y el 26 de abril de 1913 se dio por desistida su apelación, si bien de algún modo debió recuperarla pues el 17 de abril de 1916 el Tribunal Metropolitano sentenció contra el párroco. El 24 de mayo de 1916 apeló ante el tribunal de la Rota española que sentenció en su contra el 20 de abril de 1917. En su sentencia, la Rota española, informa sobre el contenido y argumentación del recurso pues, aunque empieza afirmando que el desistimiento en la anterior apelación hace firme la sentencia primera, luego entra a considerar una por una las alegaciones del párroco de S. Pedro: «Primero: que no es necesario dicho templo. Segundo: que su construcción y apertura al culto público causará graves daños morales y espirituales como son las relaciones de amistad y unión entre los párrocos y sus feligreses, abandonando estos las iglesias parroquiales por acudir a los cultos y funciones del nuevo templo. Tercero: como consecuencia del anterior, la pérdida o merma de las oblaciones voluntarias de los fieles tan necesarias para el sostenimiento del culto y clero parroquial.»
La misma sentencia de la Rota española contiene en sus considerandos una indicación valiosa sobre el estado de la atención religiosa católica en Gijón, al parecer muy inferior a lo que se consideraba corriente en aquellos momentos en España: «Así se observa en ciudades que no cuentan con la mitad de habitantes que tiene Gijón, que se celebran las funciones religiosas con grandísimo esplendor y que el clero vive decentemente a pesar de tener doble número de parroquias, muchísimas comunidades religiosas, todas ellas con iglesia abierta al culto público y el número de sacerdotes diez veces superior al de Gijón. Resultado pues de este paralelismo que en la villa de Gijón hay mucha mies y escasez de operarios.»
La ya aludida oposición por parte de los adversarios de la Iglesia católicaes utilizada por la sentencia rotal como argumento a favor de la construcción del templo de los jesuitas, con el lenguaje propio de la época esa oposición se describe así: «Considerando: que constituye una prueba concluyente de la grandísima utilidad espiritual que la construcción del mencionado templo católico reporta a los habitantes de Gijón, la cruda y titánica oposición de los anticlericales o mejor dicho anticatólicos a que la dicha obra se lleve a cabo, empleando para conseguir su depravado objeto todos los recursos que la malicia humana pudo inventar, obligando a los padres Jesuitas a sostener un recurso contencioso-administrativo, que en último término fue resuelto a favor de los mismos por el más alto tribunal de justicia de nuestra nación. La impiedad no haría tamaños esfuerzos para impedir la construcción del nuevo templo, si no estuviera plenamente convencida de que cada iglesia es un baluarte de la fe, contra el cual se estrellan los furiosos ímpetus de los enemigos de nuestra sacrosanta religión.»[9] En este último punto la sentencia de la Rota española hace referencia al recurso, ya mencionado, sobre aprobación del proyecto de construcción que llegó al Tribunal Supremo de España.
EL TÓMBOLO QUE ESTA DEBAJO DE LA IGLESIA
El templo se construyó en una zona que, en tiempos históricos, era un tómbolo por el cual se podía pasar a pie, en bajamar, entre la antigua ciudad de Gijón, situada en el cerro de Santa Catalina, y el actual paseo de Begoña, una elevación rocosa. Un informe técnico del año 2000 ha revelado que el terreno consta de una capa superficial de 35 centímetros de pavimento, seguida de otra de 4,5 metros de arenas gruesas (indistinguibles de la arena de la vecina playa de San Lorenzo), una capa de arcilla amarilla de seis metros y, finalmente, roca calcárea. El edificio se cimentó sobre una zapatacorrida de hormigón ciclópeo que descansa directamente sobre la arena, no sobre la roca calcárea. Este tipo de cimentación es muy corriente en edificios modernos de Gijón pues gran parte de la ciudad está asentada sobre antiguos arenales y pantanoscosteros.
LA PRIMERA PIEDRA
La primera piedra del templo se colocó el 7 de noviembre de 1913, oficiando José Álvarez Miranda, penitenciario de la Diócesis de Oviedoy ya preconizado Obispo de León, aunque para entonces se habían cimentado y elevado a cierta altura fachada y paredes laterales. El grueso de la construcción se llevó a cabo entre 1918 y 1922. A principios de 1919 se cerraron las bóvedas, a finales de año se concluyó el campanario, el 4 de enero de 1920 quedó colocada la estatua del Sagrado Corazón que corona el templo y en los meses siguientes se echó el tejado.
Las vidrieras se colocaron en febrero y marzo de 1920, todas ellas policromadas de estilo modernista de la Casa Maumejean Hermanos.
El interior fue decorado con pinturas de los hermanos Immenkamp, pintores alemanes que ya habían hecho otros trabajos en España, al fallecer el primer candidato que tenían en mente los jesuitas, el pintor gijonés Juan Martínez Abades y no encontrar otros pintores españoles que les pareciesen adecuados. Fueron escogidos por recomendación del constructor del órgano, que ya otras veces había coincidido con los hermanos decorando templos y era bávaro como ellos, pues el jesuita responsable de la construcción, Cesáreo Ibero Orendain, no los conocía a ellos ni a su obra. Los hermanos viajaron a Gijón para ver por sí mismos el templo el 24 de diciembre de 1920; hechos los bocetos preliminares se presentaron de nuevo el 21 de junio de 1922 para emprender definitivamente sus trabajos; el 30 de agosto del mismo año presentaron el boceto del ábside, cuya ejecución finalizaron el 2 de febrero de 1923. Invirtieron un año más en pintar las cuatro bóvedas y otros cuatro meses en la decoración de las paredes laterales, incluidos los medallones de los santos y beatos de la Compañía. Concluyeron sus trabajos a mediados de 1924. Estos mismos hermanos pintaron, en lienzos colgados de las paredes, el Viacrucis inaugurado el 10 de enero de 1926.
LOS PINTORES DE GIJON TRABAJARON EN SANTANDER
Acabado su trabajo en Gijón, uno de los hermanos pintores, Heinrich, decoró la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Santander, también de la Compañía de Jesús, entre 1926 y 1932, por lo que puede observarse una enorme similitud entre las pinturas de ambos templos. La ventaja del templo santanderino es que sus pinturas han sufrido muchos menos daños que las del gijonés y allí se conserva el Viacrucis.
LAS HUELGAS RETRASAN LA APERTURA
La apertura del templo al culto se retrasó por las huelgas que detuvieron el trabajo los once últimos meses de 1921 y no fue posible efectuar su consagración hasta el 30 de mayo de 1924, por parte del Obispo de Oviedo, Juan Bautista Luis Pérez, si bien la ornamentación no se concluyó hasta mediado 1925.
LA OBRA SE HIZO SIN QUE SE MATARA NINGÚN OBRERO
No hubo víctima alguna durante la construcción del edificio, aunque sí dos accidentes de mucho peligro: Un obrero se cayó desde un andamiopróximo a la bóveda, pero lo hizo sobre una lechada de cal cuya consistencia pastosa amortiguó el golpe librándole de toda lesión. Se rompió el eje de una polea con cuya ayuda varios obreros elevaban una gran piedra que formaba parte de la estatua de San Pablo; aunque había muchos obstáculos y poco espacio libre lograron apartarse y la piedra cayó en medio del grupo sin dañar a nadie.
LA GENEROSIDAD DE LOS GIJONESES SIEMPRE EN ALZA
No consta que se publicase el coste de la obra. Los relatos escritos por jesuitas, todos de tono apologético, hablan de la gran generosidad de los benefactores, de la afluencia de donativos en dinero y especie para la construcción y decoración, y nada de que instancias superiores de la Compañía enviasen dinero a Gijón. Si las obras fueron avanzando al ritmo de los donativos es posible que nunca se llegase a hacer cuentas del coste total.
EL CRISTO DE LA PAZ COSTO 20.000 PESETAS
Consta, por ejemplo, que la imagen del Cristo de la Paz, obra muy apreciada del escultor Miguel Blay, costó veinte mil pesetas; pero fue una donación de Manuel Carvajal, por lo que nada costó a la Compañía. Se da el caso curioso de que algunos años después el escultor quiso comprar la imagen, sobre la que había trabajado durante unos diez años, por el doble de lo que había cobrado. En su momento se dijo que, sólo para la decoración pictórica, los jesuitashabían previsto cien mil pesetas; pero es difícil saber si se trata de un dato real o uno más de los bulos y maledicencias que se prodigaron alrededor de la obra. Por aquel entonces un obrero no especializado cobraba algunas pesetas al día, uno cualificado podía llegar hasta las cinco pesetas.
Las descripciones y fotografías de los primeros tiempos y el templo en su estado actual indican que, acabado de construir y decorar, el aspecto debía ser magnífico e impresionante. Tras los daños, que se mencionan más adelante, nunca ha recuperado aquel esplendor, pese a lo cual muchos visitantes siguen manifestándose sorprendidos por su belleza.