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Llegan los Jesuitas a Gijón en 1882

Los jesuitas habían estado en Gijón con alguna frecuencia para realizar trabajos apostólicos, pero hasta 1882 no establecieron una residencia permanente. El 1 de julio llegó Bonifacio López Doncel con el encargo de fundar tal residencia, lo que parece logró pues consta que a finales de aquel año ya funcionaba bajo la dirección de Valentín Ruiz de Velasco.

Lo que llevó a la Compañía de Jesús a establecerse en Gijón, fue para cerca de quince mil habitantes solamente había una parroquia, la de S. Pedro con un párroco nacido en 1801, José Frades Sierra que lo fue de 1829 hasta su muerte de 1892, clero celoso pero escaso, poca atención pastoral y ninguna congregación de religiosos —sí había algún convento de monjas—.

Situación pastoral de Gijón a principios del S.XX

Un jesuita, Nemesio González, llegó a publicar: «Era tanta la indiferencia religiosa, que el musgo se desarrollaba en los confesonarios, como lo prueba el hecho, tantas veces repetido, de que cuando algunos de los fieles quería confesarse para cumplir con pascua, él mismo se encargaba de pasar aviso con algunos días de anticipación.»[4] Sobre esto se crearía una agria polémica, entre sacerdotes diocesanos y jesuitas, acerca de si los gijoneses estaban bien atendidos espiritualmente o no en la época en que se estableció la Compañía, si en Gijón había más religiosidad antes o después, etc.

Aparecen las Parroquias de San José y San Lorenzo

La atención pastoral en Gijón mejoró al crearse otras dos parroquias en los últimos años del siglo XIX, S. José y S. Lorenzo, y algunos templos llevados por otras órdenes religiosas masculinas —fue el caso de los Agustinos que abandonaron Filipinas tras la guerra hispano-estadounidense y se hicieron cargo de la capilla de las Madres Agustinasa finales de 1898—, pero, para entonces, los jesuitas ya tenían en marcha un colegio, numerosas actividades apostólicas y el apoyo de muchos benefactores.

El colegio de la Inmaculada

El propósito fundamental era crear un colegio, el actual de la Inmaculada, cuya primera piedra se colocó el 3 de febrero de 1889. Ya pudo ser habitado en el verano de 1890 y se inauguró oficialmente el 26 de septiembre de ese año. Este colegio y el templo del Sagrado Corazón y su residencia tienen sus historias muy entrelazadas pues los jesuitas de una comunidad eran, frecuentemente, destinados a la otra y ambas se apoyaban continuamente en todo tipo de actividades de culto y apostolado; también hubo periodos en que todos los jesuitas de Gijón residían en el Colegio aunque se dedicasen a labores pastorales fuera del mismo.

La relación de los Jesuitas con las Madres Agustinas de Gijón

En aquellos primeros años los jesuitas llevaron a cabo tareas pastorales en las iglesias de las Madres Agustinas, Colegiata de S. Juan Bautista, S. Lorenzo, S. José, Begoña y la propia capilla de su Colegio de la Inmaculada. Pero a principios del siglo XX ya había, tanto en los jesuitas como en colaboradores, la idea de que era conveniente tener una residencia fija y una iglesia en el centro de Gijón, pues los jesuitas no solamente habían utilizado múltiples templos, también habían tenido que cambiar muchas veces de vivienda.

Maria del Carmen Zulaibar dona su casa y jardín a los Jesuitas

En 1901 pudieron trasladarse a la casa y jardín del número 40 de la calle del Instituto, terreno que actualmente ocupa la Basílica, cuya propiedad les ofreció Ana María Díaz en 1903. En 1904, fallecida la anterior, su hija, María del Carmen Zuláibar Díaz, les ofreció también su casa, jardín y anexos, contiguos a los de su difunta madre, completando de esa manera los terrenos que ahora ocupan la Basílica y su residencia anexa. Los jesuitas dudaron años en aceptar las donaciones. Dudaban entre Gijón y Oviedo como su asiento definitivo en Asturias y les abrumaba la magnitud de la obra propuesta. Los decidió, entre otras cosas, el consejo del Obispo en favor de Gijón. A la postre, han acabado teniendo colegio, casa y templo en ambas ciudades.

El P. Cesáreo Íbero comienza a moverse para construir el Sagrado Corazón

A mediados de 1910, el padre jesuita Cesáreo Ibero Orendain, rector del Colegio de la Inmaculada, se decidió a firmar la escritura pública de aceptación de las fincas donde habían de levantarse templo y residencia. El conjunto de donaciones suponía un terreno, muy aproximadamente rectangular, de 17 por 68 metros que daba a las calles de Begoña, Jovellanos (la más importante) e Instituto; de lo más céntrico dentro del ensanche jovellanista y, aproximadamente, en el centro del triángulo formado por los tres templos parroquiales entonces existentes en Gijón. Habían tenido una oferta de donación en la calle del Carmen que rechazaron por estar demasiado próxima a un templo parroquial ya existente, el de S. José, y no querían hacerle competencia.

CONSTRUCCIÓN

El templo fue construido entre 1918 y 1922 siguiendo dos proyectos diferentes. El primero de ellos de 1911 corresponde al arquitecto catalán Juan Rubió Bellver, influencia que se plasma en el modernismogaudiano (era discípulo del célebre arquitecto) y diseñado para los Jesuitas. Miguel García de la Cruz siguió con el proyecto influenciado por el revival gótico. Destaca la figura del Sagrado Corazón en el campanario, obra de Serafín Basterra, y que se divisa desde diferentes puntos de la ciudad. Situada frente al Real Instituto de Jovellanos, además de sus dimensiones destacan sus impresionantes pinturas interiores realizadas por los hermanos Guillermo y Enrique Immenkamp y sus arcos fajones parabólicos, solución adoptada debido a la estrechez de la parcela.

CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA

El mismo Cesáreo Ibero que aceptó la donación del terreno fue, por parte de la Compañía de Jesús, el que llevó el peso de la obra, cuidándose bien de obtener todas las licencias eclesiásticas y civiles en Gijón, Oviedo y Roma.

Los jesuitas no esperaron a terminar todos los pleitos para iniciar la construcción. El 23 de octubre de 1912 dos concejales presentaron una queja oficial porque se habían iniciado las obras de iglesia y residencia sin haber abonado los derechos correspondientes. El Celador de Policía urbana, el 4 de noviembre de 1913, denuncia que los jesuitas están levantando los muros de fachada.

A finales de 1912 se derribó el chalet en cuyo terreno había de construirse la residencia, inaugurada el 10 de diciembre de 1915.

La construcción sufrió problemas en forma de maledicencias, envidias, huelgas, los obstáculos administrativos ya mencionados y hasta algún pleito por vía canónica. No solo se opusieron «las fuerzas del progreso» sino numerosos sacerdotes. La misma denominación popular del templo como «La Iglesiona» es atribuida por unos al gusto de los gijoneses por los superlativos mientras que otros consideran que en su origen era despectivo.

Contra la construcción de la actual basílica se argumentaron toda clase de cosas: las Decretales del Papa Gregorio IX; la rasante de la calle; el peligro de que el tranvía, que discurría por la calle Jovellanos ante la puerta del templo, atropellase a muchos de entre la multitud atolondrada que saldría de la iglesia; el hundimiento de una estructura tan atrevida y apretada contra las aceras por la estrechez del solar. También hubo algún intento de instar a la demolición de lo ya construido.

EL PLEITO ENTRE SAN PEDRO Y LA IGLESIA DEL SAGRADO CORAZON

Hubo un pleito eclesiástico que fue llevado a la Santa Sede, pero el Papaordenó que se tramitara por los cauces ordinarios, que en aquellos momentos eran la Archidiócesis de Santiago de Compostela y el tribunal de la Rota; en ambas instancias fallaron a favor de los jesuitas.

El que llevó adelante el pleito fue Ramón Piquero, párroco de S. Pedro, al parecer con más insistencia que argumentos sólidos pues en la última sentencia del caso se dice: «no es posible disculpar su notoria temeridad». Recurrió la decisión del Obispo de Oviedo de conceder autorización a los jesuitas para edificar el templo y el obispado desestimó el recurso el 17 de febrero de 1913. Apeló al tribunal metropolitano del Arzobispado de Santiago de Compostela y el 26 de abril de 1913 se dio por desistida su apelación, si bien de algún modo debió recuperarla pues el 17 de abril de 1916 el Tribunal Metropolitano sentenció contra el párroco. El 24 de mayo de 1916 apeló ante el tribunal de la Rota española que sentenció en su contra el 20 de abril de 1917. En su sentencia, la Rota española, informa sobre el contenido y argumentación del recurso pues, aunque empieza afirmando que el desistimiento en la anterior apelación hace firme la sentencia primera, luego entra a considerar una por una las alegaciones del párroco de S. Pedro: «Primero: que no es necesario dicho templo. Segundo: que su construcción y apertura al culto público causará graves daños morales y espirituales como son las relaciones de amistad y unión entre los párrocos y sus feligreses, abandonando estos las iglesias parroquiales por acudir a los cultos y funciones del nuevo templo. Tercero: como consecuencia del anterior, la pérdida o merma de las oblaciones voluntarias de los fieles tan necesarias para el sostenimiento del culto y clero parroquial.»

La misma sentencia de la Rota española contiene en sus considerandos una indicación valiosa sobre el estado de la atención religiosa católica en Gijón, al parecer muy inferior a lo que se consideraba corriente en aquellos momentos en España: «Así se observa en ciudades que no cuentan con la mitad de habitantes que tiene Gijón, que se celebran las funciones religiosas con grandísimo esplendor y que el clero vive decentemente a pesar de tener doble número de parroquias, muchísimas comunidades religiosas, todas ellas con iglesia abierta al culto público y el número de sacerdotes diez veces superior al de Gijón. Resultado pues de este paralelismo que en la villa de Gijón hay mucha mies y escasez de operarios.»

La ya aludida oposición por parte de los adversarios de la Iglesia católicaes utilizada por la sentencia rotal como argumento a favor de la construcción del templo de los jesuitas, con el lenguaje propio de la época esa oposición se describe así: «Considerando: que constituye una prueba concluyente de la grandísima utilidad espiritual que la construcción del mencionado templo católico reporta a los habitantes de Gijón, la cruda y titánica oposición de los anticlericales o mejor dicho anticatólicos a que la dicha obra se lleve a cabo, empleando para conseguir su depravado objeto todos los recursos que la malicia humana pudo inventar, obligando a los padres Jesuitas a sostener un recurso contencioso-administrativo, que en último término fue resuelto a favor de los mismos por el más alto tribunal de justicia de nuestra nación. La impiedad no haría tamaños esfuerzos para impedir la construcción del nuevo templo, si no estuviera plenamente convencida de que cada iglesia es un baluarte de la fe, contra el cual se estrellan los furiosos ímpetus de los enemigos de nuestra sacrosanta religión.»[9] En este último punto la sentencia de la Rota española hace referencia al recurso, ya mencionado, sobre aprobación del proyecto de construcción que llegó al Tribunal Supremo de España.

EL TÓMBOLO QUE ESTA DEBAJO DE LA IGLESIA

El templo se construyó en una zona que, en tiempos históricos, era un tómbolo por el cual se podía pasar a pie, en bajamar, entre la antigua ciudad de Gijón, situada en el cerro de Santa Catalina, y el actual paseo de Begoña, una elevación rocosa. Un informe técnico del año 2000 ha revelado que el terreno consta de una capa superficial de 35 centímetros de pavimento, seguida de otra de 4,5 metros de arenas gruesas (indistinguibles de la arena de la vecina playa de San Lorenzo), una capa de arcilla amarilla de seis metros y, finalmente, roca calcárea. El edificio se cimentó sobre una zapatacorrida de hormigón ciclópeo que descansa directamente sobre la arena, no sobre la roca calcárea. Este tipo de cimentación es muy corriente en edificios modernos de Gijón pues gran parte de la ciudad está asentada sobre antiguos arenales y pantanoscosteros.

LA PRIMERA PIEDRA

La primera piedra del templo se colocó el 7 de noviembre de 1913, oficiando José Álvarez Miranda, penitenciario de la Diócesis de Oviedoy ya preconizado Obispo de León, aunque para entonces se habían cimentado y elevado a cierta altura fachada y paredes laterales. El grueso de la construcción se llevó a cabo entre 1918 y 1922. A principios de 1919 se cerraron las bóvedas, a finales de año se concluyó el campanario, el 4 de enero de 1920 quedó colocada la estatua del Sagrado Corazón que corona el templo y en los meses siguientes se echó el tejado.

Las vidrieras se colocaron en febrero y marzo de 1920, todas ellas policromadas de estilo modernista de la Casa Maumejean Hermanos.

El interior fue decorado con pinturas de los hermanos Immenkamp, pintores alemanes que ya habían hecho otros trabajos en España, al fallecer el primer candidato que tenían en mente los jesuitas, el pintor gijonés Juan Martínez Abades y no encontrar otros pintores españoles que les pareciesen adecuados. Fueron escogidos por recomendación del constructor del órgano, que ya otras veces había coincidido con los hermanos decorando templos y era bávaro como ellos, pues el jesuita responsable de la construcción, Cesáreo Ibero Orendain, no los conocía a ellos ni a su obra. Los hermanos viajaron a Gijón para ver por sí mismos el templo el 24 de diciembre de 1920; hechos los bocetos preliminares se presentaron de nuevo el 21 de junio de 1922 para emprender definitivamente sus trabajos; el 30 de agosto del mismo año presentaron el boceto del ábside, cuya ejecución finalizaron el 2 de febrero de 1923. Invirtieron un año más en pintar las cuatro bóvedas y otros cuatro meses en la decoración de las paredes laterales, incluidos los medallones de los santos y beatos de la Compañía. Concluyeron sus trabajos a mediados de 1924. Estos mismos hermanos pintaron, en lienzos colgados de las paredes, el Viacrucis inaugurado el 10 de enero de 1926.

LOS PINTORES DE GIJON TRABAJARON EN SANTANDER

Acabado su trabajo en Gijón, uno de los hermanos pintores, Heinrich, decoró la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Santander, también de la Compañía de Jesús, entre 1926 y 1932, por lo que puede observarse una enorme similitud entre las pinturas de ambos templos. La ventaja del templo santanderino es que sus pinturas han sufrido muchos menos daños que las del gijonés y allí se conserva el Viacrucis.

LAS HUELGAS RETRASAN LA APERTURA

La apertura del templo al culto se retrasó por las huelgas que detuvieron el trabajo los once últimos meses de 1921 y no fue posible efectuar su consagración hasta el 30 de mayo de 1924, por parte del Obispo de Oviedo, Juan Bautista Luis Pérez, si bien la ornamentación no se concluyó hasta mediado 1925.

LA OBRA SE HIZO SIN QUE SE MATARA NINGÚN OBRERO

No hubo víctima alguna durante la construcción del edificio, aunque sí dos accidentes de mucho peligro: Un obrero se cayó desde un andamiopróximo a la bóveda, pero lo hizo sobre una lechada de cal cuya consistencia pastosa amortiguó el golpe librándole de toda lesión. Se rompió el eje de una polea con cuya ayuda varios obreros elevaban una gran piedra que formaba parte de la estatua de San Pablo; aunque había muchos obstáculos y poco espacio libre lograron apartarse y la piedra cayó en medio del grupo sin dañar a nadie.

LA GENEROSIDAD DE LOS GIJONESES SIEMPRE EN ALZA

No consta que se publicase el coste de la obra. Los relatos escritos por jesuitas, todos de tono apologético, hablan de la gran generosidad de los benefactores, de la afluencia de donativos en dinero y especie para la construcción y decoración, y nada de que instancias superiores de la Compañía enviasen dinero a Gijón. Si las obras fueron avanzando al ritmo de los donativos es posible que nunca se llegase a hacer cuentas del coste total.

EL CRISTO DE LA PAZ COSTO 20.000 PESETAS

Consta, por ejemplo, que la imagen del Cristo de la Paz, obra muy apreciada del escultor Miguel Blay, costó veinte mil pesetas; pero fue una donación de Manuel Carvajal, por lo que nada costó a la Compañía. Se da el caso curioso de que algunos años después el escultor quiso comprar la imagen, sobre la que había trabajado durante unos diez años, por el doble de lo que había cobrado. En su momento se dijo que, sólo para la decoración pictórica, los jesuitashabían previsto cien mil pesetas; pero es difícil saber si se trata de un dato real o uno más de los bulos y maledicencias que se prodigaron alrededor de la obra. Por aquel entonces un obrero no especializado cobraba algunas pesetas al día, uno cualificado podía llegar hasta las cinco pesetas.

Las descripciones y fotografías de los primeros tiempos y el templo en su estado actual indican que, acabado de construir y decorar, el aspecto debía ser magnífico e impresionante. Tras los daños, que se mencionan más adelante, nunca ha recuperado aquel esplendor, pese a lo cual muchos visitantes siguen manifestándose sorprendidos por su belleza.

PRIMEROS AÑOS DE ACTIVIDAD

La actividad del templo comenzó con unos actos de inauguración muy brillantes, organizándose a tal efecto un triduo del 30 de mayo al 1 de junio. Ya la víspera de la inauguración se produjo el viaje del Nuncio de Su Santidad, Federico Tedeschini, con recibimientos triunfales en Oviedo y Gijón. El día 30 se consagró la iglesia en una ceremonia tan solemne que duró tres horas, si bien a puerta cerrada, y solamente acabada esta consagración se tocaron las campanas, abrieron las puertas al público y se celebró la primera misa. Por la tarde hubo exposición del Santísimo, Rosario, sermón, consagración al Sagrado Corazón y bendición con el Santísimo por parte del Nuncio. Y así siguieron los otros dos días con gran solemnidad de ceremonias, celebrantes, cánticos, ornamentos, predicadores… y enorme concurrencia de público que incluso hacía colas de horas para entrar en las funciones vespertinas.

INTENSA ACTIVIDAD ESPIRITUAL

La actividad en el templo era muy intensa. Además de las misashabituales en cualquier templo y una amplia disponibilidad de confesores, se celebraban numerosos cultos y actividades de formación, más o menos regulares o extraordinarios, tanto para los fieles en general como para las numerosas asociaciones pías que utilizaban el templo.

Entre las actividades hay referencias a: ejercicios espirituales, predicaciones, comuniones generales y de los primeros viernes, Viacrucismensuales y más frecuentes enla Cuaresma, novena de Cristo Rey, felicitación sabatina a la Virgen, los trece martes de S. Antonio, novena al Santo Cristo de la Paz, triduos con ocasión de beatificaciones y canonizaciones de jesuitas, visitas y oraciones para ganar las indulgenciasdel año santo 1925, jubileo sacerdotal del Papa Pío XI, Te Deum por la victoria en el Protectorado de Marruecos, Te Deum por los veinticinco años de reinado de Alfonso XIII.

ASOCIACIONES PRESENTES DE ANTES DE LA GUERRA

Entre las asociaciones, grupos de apostolado, hermandades, etc. que realizaban sus actividades en el templo se hallaban: Apostolado de la Oración, Congregación de Sirvientas, Congregación de la Buena Muerte, Caballeros de Nuestra Señora de Covadonga y S. Ignacio, Congregación de la Inmaculada y S. Estanislao…

Estas eran actividades y asociaciones de las que consta su relación con el templo, pues las actividades que realizaban los jesuitas de la residencia anexa y las asociaciones que dirigían eran mucho más numerosas.

Gran parte de las actividades y asociaciones que dirigían los jesuitas continuaron una vez cerrado el templo y después de disuelta la Compañía de Jesús en 1932, con las limitaciones que suponía haberles incautado todos sus bienes y el tener que actuar como individuos, no ya como organización con personalidad jurídica.

DESTRUCCIÓN PARCIAL

Los problemas de los jesuitas en Gijón alcanzaron un nuevo nivel el 15 de diciembre de 1930. A media mañana, con ocasión de una huelga general por el fusilamiento de los sublevados en Jaca, hubo una concentración en torno al templo para quitar la placa que daba el nombre del caído dictador Miguel Primo de Riveraa la calle conocida, antes y después, como del Instituto; la placa estaba instalada en el lateral de la iglesia.

Viendo la deriva de los acontecimiento, el padre superior de la residencia, Pascual Arroyo telefoneó al alcalde, al cual le parecía que el tumulto no pasaría a mayores. También telefoneó a la fuerza pública que se retiró, tras una carga con varios heridos, entre ellos dos guardias, dejando dueños de la situación a los revoltosos que, tras destrozar a pedradas la placa de mármol con el nombre de la calle, apedrearon las vidrieras, forzaron la puerta lateral —tapiada años después— y entraron en turba en el templo. Ese mismo día también hubo un intento de quemar el Colegio de la Inmaculada.

Los hijos de San Ignacio, más conscientes de su deber y de la realidad que las autoridades de la ciudad, evitaron la profanación del Santísimo retirándolo poco antes del asalto, por mano del padre Pedro Fernández. También se refugiaron en el tercer piso de la residencia, hasta donde llegaron algunos asaltantes.

LOS ASALTANTES CAUSARON GRANDES DAÑOS

En poco tiempo los asaltantes causaron numerosas profanaciones y grandes daños.

Unos asaltantes hicieron una hoguera en la calle, avivada con gasolina, con bancos, confesonarios y la imagen de la Virgen de Covadonga. Otros asaltantes se dedicaron a incendiar y destrozar dentro de la iglesia, hasta que sonaron dos disparos; en concreto, uno de los disparos parecía proceder del coro y se produjo cuando una persona intentó desclavar el Cristo de la Paz; ese disparo mató a Carlos Tuero Morán, de 25 años, en el interior del templo. Nunca se determinó mediante una investigación policial y judicial fiables el origen ni autor de los disparos.

En el interior rociaron con gasolina pavimento, bancos y confesonarios, lo que dio lugar a un fuego concentrado, principalmente, bajo la primera bóveda del templo, bajo el coro, que quedó destruido junto con el órgano, cancel y tribunas, de las que cuatro quedaron completamente destruidas. Los ventanales del corose rompieron y por allí se formó tiro evitando que el fuego se extendiese todavía más por el templo. De los ocho grandes vidrieras circulares solamente se salvaron dos, que hubo que desmontar. También fueron quemados: la imagen del Sagrado Corazón que se sacaba en las procesiones, las de San Luis Gonzagay San Estanislao de Kostka, candelabros y paños de altar. Quedó destruido el Viacrucis, pintado en lienzos por los hermanos Immenkamp, y sufrió daños el Cristo de la Paz. El sagrario fue arrancado, arrastrado por la iglesia y algunas de sus estatuitas robadas. Se derritieron los colores de los muros laterales y los medallones, quedó muy dañada la pintura de la primera bóveda y todas las demás ahumadas y rebajadas de color. Nadie intentó evitar ni apagar el incendio.

LA GUARDIA CIVIL LLEGA TARDE

Cuando todo el mal ya estaba hecho llegó la caballería de la Guardia Civil, bajo el mando del capitán Lisardo Doval Bravo —que en años siguientes alcanzaría bastante celebridad— dispersando a los asaltantes.

Tras el incendio los jesuitas mantuvieron el culto en el salón de la residencia. Se hizo una rápida reparación del templo, lo más imprescindible, bajo la dirección del arquitecto Juan Manuel del Busto González, y el 19 de marzo de 1931 se reanudó el culto en el templo, después de que la víspera el Obispo lo reconciliase.

LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA

El 13 de abril siguiente fue el último día que hubo culto en el templo en más de seis años. El 14 de abril de 1931, proclamación de la II República española, ya no fue posible abrir las puertas; ni tampoco durante el mes de mayo siguiente en que se intentó celebrar las «flores». El clima de odio y amenazas contra los jesuitas lo hizo imposible.

SE DISUELVE LA COMPAÑIA DE JESÚS

Un Decreto de 23 de enero de 1932 disolvió la Compañía de Jesús y el día 3 de febrero se llevó a cabo la incautación formal del templo, la residencia y el colegio que los jesuitas tenían en Gijón por parte del gobernador civil de la provincia, José Alonso Mallol —más conocido años después por ser el Director General de Seguridad cuando se produjo el asesinato de José Calvo Sotelo y el golpe de estado que daría lugar a la Guerra Civil—, ante notario y testigos.

Naturalmente, la Compañía de Jesús y cada jesuita conservaron intacta su situación canónica y derechos dentro de la Iglesia, pero a partir de entonces se quedaron sin casa donde vivir, sin templos ni colegios y sin las facilidades de actuación que supone el tener personalidad jurídicareconocida por el Estado. En esta situación se les cedió un chalet en la zona de la Guía y los jesuitas siguieron en Gijón manteniendo muchas de sus actividades anteriores y como profesores en academias y sacerdotes al servicio de parroquias.

REVOLUCION DE OCTUBRE 1934

Con ocasión de la revolución de octubre de 1934 el templo fue utilizado como cárcel —por parte de un gobierno de derechas— y vuelto a convertir en prisión desde el inicio de la Guerra Civil Española —esta vez por parte de fuerzas de izquierdas—, hasta la ocupación de Gijón por el bando vencedor el 21 de octubre de 1937. En 1934 la residencia de los jesuitas fue utilizada como auditoría de guerra; en 1936 como cárcel de mujeres, que después fueron trasladadas a un barco en el Musel. Como dato indicativo, se sabe que el 21 de agosto de 1937 los presos en la residencia y templo eran doscientos setenta.

Quizás estos usos profanos evitaron que el templo terminase destruido, durante la persecución religiosa paralela a la Guerra Civil, como tantos otros miles, entre ellos los principales de Gijón: S. Pedro, S. Lorenzo y S. José, aunque no pasó este periodo sin daños.

BAJADA DE LA IMAGEN DEL SAGRADO CORAZÓN

Los del Frente Popular desmontaron la imagen del Sagrado Corazón y las otras seis de la fachada, las de San Pedro y San Pablo que remataban los laterales del arco de entrada y las de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka que estaban a los lados del arranque del pedestal del Sagrado Corazón, así como la Cruz de la Victoria sobre el arco de entrada. Las seis estatuas de los santos y la cruz las destruyeron haciendo grava con ellas, y solamente causaron algunos daños a la del Sagrado Corazón pues tuvieron la idea de transformarla en una estatua de Lenin. También arrancaron el bronce de los púlpitos y, para calentarse, hicieron en el vestíbulo astillas de las imágenes que quedaban.

Al final de este periodo apenas quedaba del templo más que paredes y techo. El viento y la lluvia entraba por las vidrieras destruidas; muros y bóvedas estaban sucios y ahumados; no había estatuas en la fachada, ni imágenes en los retablos ni altares.

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA

El día de Cristo Rey de 1937, que ese año fue el domingo 31 de octubre, previa purificación de las profanaciones sacrílegas con las preces rituales, el templo reabrió al culto con un altar improvisado. Solamente hacía diez días que las tropas franquistas habían ocupado Gijón y se había dejado de utilizar el destrozado templo como cárcel, así que poco se pudo arreglar y adecentar en ese tiempo. Todos los templos parroquiales de Gijón habían sido destruidos y la urgencia de tener algún lugar de culto, por destartalado que estuviese, era grande.

Algunos elementos valiosos se habían salvado de la destrucción y pudieron reintegrarse al templo en los meses y años siguientes.

La gran estatua del Sagrado Corazónque coronaba el edificio, desmontada en diciembre de 1936, no llegó a ser transformada en estatua de Lenin. Un escultor reparó los daños sufridos en corazón, dedos y manto y se pudo reinstalar, bendecida por el Obispo Manuel Arce Ochotorena, en el aniversario de la ocupación de la ciudad por las tropas franquistas, orlada en la base con las antiguas letras de bronce: CHRISTUS VINCIT REGNAT IMPERAT.

EL SAGRARIO SE RECUPERA

El sagrario, arrancado y arrastrado por los asaltantes de 1930, había sido enviado en 1931 a reparar a los Talleres Granda de Madrid. Allí permaneció a salvo de la incautación de los bienes de los jesuitas por la II República y las destrucciones de la persecución religiosa, por lo que pudo volver reparado a su lugar en el templo tras acabar la Guerra Civil.

LA TALLA DEL CRISTO DE LA PAZ

La valiosa talla del Santo Cristo de la Paz, que no ardió en el incendio de 1930, si bien sufrió daños, fue sacada sigilosamente del templo una noche de mayo de 1931 y llevada a Vizcayapara restaurarlo. Los del Frente Popular se hicieron con ella, la instalaron en un museo y trataron de llevarla al extranjero. Apareció en la aduana de Bilbao tras ser ocupada esa ciudad por las tropas franquistasy retornó a Gijón en febrero de 1938.

Antes de la disolución de la Compañía de Jesús el padre Elorriaga había adquirido un Viacrucis para sustituir al destruido en el incendio de 1930. En 1938 se encontró en un comercio de Gijón y pudo instalarse en el renovado templo.

VUELVEN LAS CAMPANAS

Las campanas habían sido hechas pedazos. Se refundieron en Vitoria y el 12 de octubre de 1938 volvieron a sonar.

Otros elementos no tuvieron tanta suerte, ni siquiera la de las campanas, y hubieron de hacerse nuevos: coro, púlpitos, cancela, antepechos de las tribunas, varias vidrieras… La comparación con las fotografías, en blanco y negro, publicadas a raíz de la inauguración del templo, evidencia que las vidrieras fueron reproducidas con la mayor exactitud, mientras que otros elementos nuevos como los púlpitos o los antepechos de las tribunas fueron de menor mérito artístico y calidad que los originales.

LA PUERTA LATERAL FUE TAPIADA

La puerta lateral fue tapiada y sobre ella, mirando a la calle se colocó una imagen de la Virgen de Covadonga en diciembre de 1939.

LOS FELIGRESES SE VUELCAN CON EL TEMPLO

Diversos grupos religiosos y benefactores individuales donaron numerosos elementos para reparar y redecorar el templo: una imagen de San Ignacio de Loyola y un Sagrado Corazón para el retablo del altar mayor, ambos de los talleres del sacerdote asturiano Félix Granda Buylla; las vidrieras del trascoro; un rico ostensorio con su custodia fija; una imagen de la Virgen de Covadonga, obra del escultor Gerardo Zaragoza, natural de Cangas de Onís, y el altar lateral en que se instaló; coronas para esa imagen de la Virgen.

LAS LÁPIDAS DE LOS QUE FUERON ASESINADOS

En este periodo de restauración se colocaron en el atrio del templo dos grandes lápidas con los nombres de 341 personas que, tras sufrir prisión en el edificio, fueron asesinadas. Previamente, el 21 de octubre de 1938, se colocó una lista más sencilla en la parte izquierda del atrio, a la espera de estas dos lápidas, compuesta cada una de varias placas de piedra caliza con letras de bronce. Fueron fruto de una iniciativa encabezada por Carmen Molas, viuda de Enrique Gaviñaí, uno de los prisioneros fusilados. Andado el tiempo estas lápidas, con los encabezamientos típicos de la época darían ocasión a cierta polémica.

No todos los que sufrieron prisión en el templo ni todos los muertos que figuraban en las lápidas fueron mártires de la fe católica. Hubo mártires en el más estricto sentido, seguramente hubo decididos enemigos políticos del Frente Populary otros que, como se dice en alguna películas, estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. La Iglesia católica ha reconocido formalmente el martirio de siete de los prisioneros asesinados: un dominico beatificado en el año 2007 y seis capuchinos beatificados en el 2013.

CONTINUA LA ACTIVIDAD DE LOS JESUITAS

Los jesuitas volvieron a tener una actividad muy grande en su templo y fuera de él, alcanzando un nivel análogo al del periodo anterior.

Tras tanta agitación el templo experimentó un largo periodo tranquilo y de fecunda actividad. Los padres jesuitas instauraron un amplio horario de misas y confesiones, atendieron con esmero la adoración del Santísimo, a diversas asociaciones católicas, ejercicios espirituales, novenas… y cosecharon el agradecimiento de gran número de fieles, cuyo afecto mantiene la ahora basílica. Quizás lo más destacado fue la intensa dedicación al ministerio de la reconciliación, el gran número de excelentes sacerdotes que dedicaban muchas horas al mismo.

Parte de las asociaciones existentes antes de la persecución religiosareanudaron su presencia y actividad en el templo una vez acabada esta, otras no. Constan retiros y cultos diversos del Apostolado de la Oración, de las congregaciones de Caballeros de Covadonga, Damas de Covadonga y señoritas llamadas, popularmente, «Covadonguinas»…

En los primeros años de este periodo hubo numerosos actos de culto excepcionales de reparación por profanaciones, celebración de victorias, recepción de imágenes de gran devoción que habían sido robadas o escondidas, traslado de restos de mártires, etc. En el capítulo de actividades de culto continuadas, y no meramente coyunturales, aparte de lo ya dicho de misas y confesiones, hay referencias a: exposición diaria del Santísimodurante las últimas horas de la tarde, ejercicios espirituales por Cuaresma, cultos anuales en reparación por el incendio de 1930, triduo a la Reina de los Mártires en octubre, novena a la Virgen de Covadonga, fiestas de mayo (las flores.

DECADENCIA DE LAS ASOCIACIONES

Con el tiempo se produjo una decadencia de las asociaciones y sus actividades y la decadencia de la misma Compañía tras la crisis posconciliar, que dejó de disponer de sujetos y efectivos suficientes, de convicción y de ánimos para seguir haciendo lo que había hecho.

En el año 2003, el 28 de Octubre, la Santa Sede la proclamó Basílica Menor por la importancia de su historia y decoración. Se le conoce popularmente como La Iglesiona debido a sus proporciones y también como «la Capilla Sixtina de Asturias.

Basílica de Gijón